Es tarde y aún sigues aquí conmigo, en mi memoria, en mis sueños. El dulce sabor de ti vive en mis labios todavía. Ese dulce néctar que descuidada me entregas en cada beso. La intensidad del todo reducida a un choque carnal, que se funde y coge forma en una infinidad de besos, que sin merecerlos todos me entregas uno tras otro. Infinidad de besos que te robo con la única intención egoísta de robar una parte de tu alma y que me acompañe en el recuerdo durante el tiempo suficiente hasta que te vuelva a ver y vuelva a robarte el primero del que espero sean muchos más. Desde el primero intentas dosificar la esencia de tu ser en un acto tan simple como es el darme un beso, pues bien, no lo hagas, soy tan egoísta y ambicioso que después del primero pediré un segundo, que acompañará un tercero y así hasta que se me pasen las ganas de ti, así hasta que el Sol se apague. Un beso, dos mil… me da lo mismo, los quiero todos. Sin despreciar ninguno por pequeño que sea, soñaré uno mayor. Y cuando deje de soñar pediré al cielo, a Dios, al Cosmos si hiciera falta, a quien sea que me mande más de esos besos que dándomelos en mis labios acaricias mi alma.
El primero es el más efusivo, tengo ganas de verte, pero el que realmente me gusta, por el que de verdad lucho y sueño es por el último. Ese apurado, ese despistado, ese que se da en el último momento para que dure para siempre.
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