lunes, 26 de septiembre de 2011
martes, 20 de septiembre de 2011
El dulce sufrimiento de pensar
Dale a un hombre un lápiz y un papel y sabrá escribir. Entrégale un sueño, una ilusión y un papel y será escritor.
Todo aquello que se sienta y no se sepa escribir en una hoja, todo eso, será poesía. Todo aquello que se sienta y no se sepa por qué, será amor. Todo esto y más, será la vida misma. Uno puede elegir qué estudiar, qué comer o qué ser en la vida, pero lo que uno jamás podrá decidir es qué sentir. Cada sentimiento en la vida es un renglón en blanco que hay que llenar con las palabras del día a día. Cada sensación y cada momento son únicos y hay que tener la habilidad de guardarlos en la memoria para plasmarlos con esmero y minuciosidad en el libro del recuerdo.
El hombre no tiene memoria para almacenar conocimiento sino experiencia. Para en esas noches de soledad y frío acurrucarse al fuego de un bonito recuerdo y pasar como mejor se pueda el resto de noche. El hombre tiene la capacidad para sentir pero no siente. Siente, siente, siente y siente. Siente siempre, con motivo o sin motivo, porque sí o porque no, pero siente. Que en el momento en que sientas vas a sufrir y en el momento en que sufras, sentirás. Si siempre sientes y sientes siempre, vivirás.
Todo aquello que se sienta y no se sepa escribir en una hoja, todo eso, será poesía. Todo aquello que se sienta y no se sepa por qué, será amor. Todo esto y más, será la vida misma. Uno puede elegir qué estudiar, qué comer o qué ser en la vida, pero lo que uno jamás podrá decidir es qué sentir. Cada sentimiento en la vida es un renglón en blanco que hay que llenar con las palabras del día a día. Cada sensación y cada momento son únicos y hay que tener la habilidad de guardarlos en la memoria para plasmarlos con esmero y minuciosidad en el libro del recuerdo.
El hombre no tiene memoria para almacenar conocimiento sino experiencia. Para en esas noches de soledad y frío acurrucarse al fuego de un bonito recuerdo y pasar como mejor se pueda el resto de noche. El hombre tiene la capacidad para sentir pero no siente. Siente, siente, siente y siente. Siente siempre, con motivo o sin motivo, porque sí o porque no, pero siente. Que en el momento en que sientas vas a sufrir y en el momento en que sufras, sentirás. Si siempre sientes y sientes siempre, vivirás.
jueves, 15 de septiembre de 2011
Queriendo Soñarla
Nunca antes el sol había tenido mejor escondite que su piel. Suave hasta el extremo, infinita y llena de minúsculas imperfecciones que en mi cabeza rozan la perfección. Cada tramo de su piel, cada recoveco que mi cabeza imagina escondido en cada tramo de su cuerpo, se presenta como una incógnita y yo convierto en una obsesión. Deseo tocarla. Acariciar cada parte de su cuerpo intentando tocar su alma. Y llegar allí donde nace su pelo y acercarlo a mí. Olerlo despacio y recordarlo deprisa y para siempre. Enredarlo entre mis dedos y confesarme su prisionero. Quisiera mirarla despistado y soñarla queriendo. Perderme nadando en la profundidad de sus ojos y ahogarme, perderme, entregarme en ese sueño que es para mí su mirada. Cada vez que me mira me toca dentro. Cada vez que no me mira me muero. Y en este debate entre mi vida y mi muerte, por una mirada mi mente solo piensa una cosa… Ella. Quisiera que su sonrisa nunca tuviera dueño, pero que estuviera inspirada por todo mi esfuerzo por nunca verla triste. No merezco hacerla sonreír.
No merezco ni soñarla, ni tan si quiera mencionarla. Cada lágrima lleva mi nombre. Soy dueño de su malestar y su dolor lleva mi firma. La confundo, la agobio, la quiero...
No merezco ni soñarla, ni tan si quiera mencionarla. Cada lágrima lleva mi nombre. Soy dueño de su malestar y su dolor lleva mi firma. La confundo, la agobio, la quiero...
viernes, 9 de septiembre de 2011
GRANADA
Despierto y no sé dónde estoy. La luz es muy tibia, no me llega el calor del sol. Tardo en situar mi conciencia pero más tardo en situar mi cuerpo. He dormido en el banco de la estación de tren. Mi cuerpo se resiente y queja por el castigo obligatorio que le impuse para impedir que se aleje y forme parte del olvido.
Un poco más despierto miro el gran reloj que controla la vida entre andenes. ¡Ya es tarde! Que cruel es el destino que juega conmigo y me tortura. Sin preguntar si están listos mando a mis pies moverse. Quiero ir más rápido, pero no puedo, ¡ojalá pudiese volar...! De nada me sirve correr, ante mí se abre un mar. Un mar inmenso de gente, de llegadas, de despedidas. Mi ánimo es pisado por mis pies que ahora reposan tranquilos y sin entender nada.
Me arrastro hasta el andén con mi cuerpo fatigado por el esfuerzo y con mi ánimo roto. Pero, allí, sin yo esperármelo está ella. Mis ojos se levantan y mi ánimo toca el cielo. Tengo que decirselo. He de decirla que no se marche. Se lo pediré, se lo suplicare, incluso si fuera necesario se lo imploraré, pero por muchas ganas que tenga, jamás se lo exigiré.
Está delante de mí en silencio y preciosa como siempre. La tensión aumente, los dos sabemos el por qué de esa situación. Y es que detrás de todo hay una despedida. Suena un ruido estremecedor provocado por el titán de hierro que está en andén esperando salir y todo se llena de vapor. El ruido aumenta, la gente se altera y todo se vuelve confusión y prisa, pero yo, yo estoy para mi sorpresa muy tranquilo. Es ahora cuando debiera decirla que se quede, que quiero que se quede conmigo, pero no digo nada y entonces me declaro como cobarde. No hay palabras, tan solo nos seguimos mirando. Mi boca no se mueve pero mi alma por dentro está gritando y me queman los oidos, es un grito lastimoso que arde como fuego.
Me lanza la que sería su última mirada y se gira, dejándome atrás roto y en mil pedazos. A los tres pasos se gira y pronuncia un adiós. Sus labios dicen un adiós, sus ojos se entristecen porque es un para siempre. El dolor se hace conmigo y chillo. Chillo fuerte, chillo furioso y chillo para que todos me oigan. Chillo para decirla que no es un para siempre, que no sé cómo, pero que esto tan solo es un hasta luego. En ese momento ya no hay dolor, ya no hay pena, tan solo estamos ella y yo. Una lágrima acompañará su viaje y una promesa el mío.
Un poco más despierto miro el gran reloj que controla la vida entre andenes. ¡Ya es tarde! Que cruel es el destino que juega conmigo y me tortura. Sin preguntar si están listos mando a mis pies moverse. Quiero ir más rápido, pero no puedo, ¡ojalá pudiese volar...! De nada me sirve correr, ante mí se abre un mar. Un mar inmenso de gente, de llegadas, de despedidas. Mi ánimo es pisado por mis pies que ahora reposan tranquilos y sin entender nada.
Me arrastro hasta el andén con mi cuerpo fatigado por el esfuerzo y con mi ánimo roto. Pero, allí, sin yo esperármelo está ella. Mis ojos se levantan y mi ánimo toca el cielo. Tengo que decirselo. He de decirla que no se marche. Se lo pediré, se lo suplicare, incluso si fuera necesario se lo imploraré, pero por muchas ganas que tenga, jamás se lo exigiré.
Está delante de mí en silencio y preciosa como siempre. La tensión aumente, los dos sabemos el por qué de esa situación. Y es que detrás de todo hay una despedida. Suena un ruido estremecedor provocado por el titán de hierro que está en andén esperando salir y todo se llena de vapor. El ruido aumenta, la gente se altera y todo se vuelve confusión y prisa, pero yo, yo estoy para mi sorpresa muy tranquilo. Es ahora cuando debiera decirla que se quede, que quiero que se quede conmigo, pero no digo nada y entonces me declaro como cobarde. No hay palabras, tan solo nos seguimos mirando. Mi boca no se mueve pero mi alma por dentro está gritando y me queman los oidos, es un grito lastimoso que arde como fuego.
Me lanza la que sería su última mirada y se gira, dejándome atrás roto y en mil pedazos. A los tres pasos se gira y pronuncia un adiós. Sus labios dicen un adiós, sus ojos se entristecen porque es un para siempre. El dolor se hace conmigo y chillo. Chillo fuerte, chillo furioso y chillo para que todos me oigan. Chillo para decirla que no es un para siempre, que no sé cómo, pero que esto tan solo es un hasta luego. En ese momento ya no hay dolor, ya no hay pena, tan solo estamos ella y yo. Una lágrima acompañará su viaje y una promesa el mío.
jueves, 8 de septiembre de 2011
Jardín
Habia un hombre que tenia un jardin. En el tenia plantadas todas las clases de flores que habia. Habia rosas, jazmines, lirios... tenia todas las flores del mundo o eso era lo que el se pensaba. Cada dia iba hasta alli a regarlas, a cuidarlas, a cantarlas y mimarlas con todas sus ganas. Pero un dia vio que estaba naciendo en el borde de su jardin una flor que no habia visto, que no conocia. El buen hombre se inquieto pero dejo pasar el tiempo haber que sucedia. Pasaron los dias y la flor no salia. El tiempo pasaba y su impaciencia crecia. Queria saber que hermosura se escondia tras aquel tallo verde. Tanto deseaba ver que flor se escondia de el que empezo a descuidar poco a poco las demas flores y a centrase tan solo en esa. A los pocos dias el resto de las flores se habian marchitado y esa flor seguia sin salir. Tanto queria ver esa flor que no solo la cantaba, cuidaba y regaba, empezo a soñar con ella, a inventar palabras que susurrarla. Un buen dia cuando el hombre paciente menos se lo esperaba la flor se abrio. Todos los colores del mundo se encerraban en sus petalos. Todos los olores mas hermosos eran su perfume. Cada sonrisa y cada lagrima de alegria emanaban de aquella flor.
Esa es mi flor favorita, aquella por la que seria capaz de condenar a todas las demas por verla tan solo una vez. Esa es mi flor y tu eres mi persona favorita por la que dejo a todas las demas cuando hablo contigo para centrarme en ti
Esa es mi flor favorita, aquella por la que seria capaz de condenar a todas las demas por verla tan solo una vez. Esa es mi flor y tu eres mi persona favorita por la que dejo a todas las demas cuando hablo contigo para centrarme en ti
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